GAVIOTAS DE PUERTO
«La dificultad de vivir engendra la necesidad de soñar»
Muchos años guardada en un cajón y en el fondo de mi alma.
Un sueño que, junto a algún otro, me ha hecho sentir que estaba vivo o al menos, poder soñar que lo estaba.
En la historia -mero pretexto para poder soñar- sueñan que viven sus personajes en un mundo en el que soñar está prohibido.
Charo Bergón, Eva Losada y Alberto Romo en un ensayo. |
GAVIOTAS DE PUERTO recibió, hace casi veinte años, el Premio Hermanos Machado de la Ciudad de Sevilla. Fue estrenada al poco tiempo en lectura dramatizada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Un plantel de magníficos actores y actrices soñaron sus personajes. Asunción Sancho, Matilde Vilñariño, Juana Ginzo, Nicolás Romero, Rosa Duran….
Hoy, que necesito más que nunca soñar, porque más que nunca necesito estar vivo, abro el cajón, hurgo en el fondo de mi alma… y acometo, en un acto casi heroico, el sueño de ponerla en pie sobre «mi» escenario.
Que vosotros soñéis junto a mí día tras día, en cada representación es, hoy por hoy, mi sueño más deseado.
El entendimiento con los actores es fundamental. |
–Estoy desesperado, Juana.
–Me alegro- responde ella.
–¿Cómo puedes decir eso?
-¿No te das cuenta?
-¿De qué he de dármela?
-¡Estás vivo! ¡Sigues soñando!
-Si; sueño que ésto va a ser.
-¡Y será!
-Los ensayos son una pesadilla.
-Como siempre.
-¡Peor!
-Siempre son peor.
Como siempre Juana, tiene razón ¡Nunca son un proceso fácil!
En esta ocasión se trata de una de mis obras más viscerales y por tanto más amadas; junto a Los Lirios de Vallercia –Premio Extremadura a La Creación por la misma época- forma el núcleo duro de mi discurso vital más impresionista.
Antes de comenzar con el montaje quise pasar al papel algunas reflexiones.
REFLEXIONES SOBRE LA OBRA
GAVIOTAS DE PUERTO no es la historia que cuenta. La historia –podría ser otra cualquiera- es solo el pretexto para hablarnos de la dificultad de vivir y la necesidad de soñar; de lo que nos condiciona, de lo que nos limita; de nuestras aspiraciones y nuestras incapacidades. Nos habla de aquello que determina, que estipula, que establece lo que somos dependiendo del momento y el lugar en que el azar decide nuestro nacimiento. Apenas se nos concede alguna fisura mínima por la que poder elegir ¡Una grieta de esperanza por la que podemos vivir o matar y que a menudo solo nos lleva a la decepción más absoluta!
A pesar de ello la obra ejerce un magisterio de esperanza. Podemos soñar que vencemos el determinismo.
El hombre es un héroe en sí mismo por el solo hecho de nacer, mucho más por vivir en una lucha constante, aun en la seguridad de que siempre perderá la batalla con la muerte ¡Bendito invento el de otros mundos posteriores, con los que soñamos satisfacer nuestra vocación de eternidad!
En contrapunto las gaviotas son libres; tal vez porque no saben que son gaviotas. No importa en qué lugar del espacio o del tiempo vivan, siempre lo hacen sobre el mar, bordeando las costas, cruzando continentes. En ellas, la vida y la muerte se funden en una misma cosa. No saben que han vivido… como el feto que se desarrolla en el vientre de la madre… sin saber aún que está vivo ¡Ellas no necesitan promesas de eternidades!
En este sentido GAVIOTAS DE PUERTO es una tragedia. La tragedia que supone ser humano y ser, en consecuencia, conscientes de que lo somos. La tragedia de vernos obligados a soñar “cielos” para no tener que asesinarnos a la vuelta de cada esquina.
En consecuencia con todo esto, queda claro que la palabra “esperanza”, utilizada en un momento de esta reflexión, tiene un fuerte componente patético.
Un momento del ensayo |
Sentado en un patio de butacas vacío, frente a un escenario vacío, uno se pregunta cómo va a contar la historia.
En poco más de treinta metros cuadrados hay que encerrar toda la angustia, la zozobra y la rabia de un pueblo hostigado por el paro, el hambre y el desencanto. Ese es el telón de fondo sobre el que se recorta la tragedia de unos personajes a los que se les impide soñar, que es tanto como impedirles vivir.
No podría alcanzar toda la dimensión del hecho desde un plano meramente realista -convertiría mi obra en un drama rural, como La Malquerida-…. y, sin embargo, preciso de ese realismo para no dejar escapar al espectador hacia la fácil coartada de que todo es literatura.
Para quien le interese, puedo contaros el proceso, que en esta ocasión, puedo asegurarlo, no está siendo nada fácil.
¿Qué será del mundo si los que pueden no se dedican a pintar, componer, escribir versos o soñar catedrales? |
Conseguir un hilo conductor instalado en el naturalismo, que sea creíble y convenza, se me antoja ya harto difícil. Pero mi propuesta no se queda ahí, ni mucho menos; toma ese punto de partida -que ha de ser claro y definitorio- para elevarse hasta parámetros transgresores que nos descubran la esencia suprema que sustenta cada emoción y cada sentimiento.
En el montaje de «Bodas de Sangre» ya no buscaba mostrar el dolor de la Madre del Novio, sino el dolor universal de todas las madres ante la pérdida de un hijo. Eso explica que el poeta no pusiera a sus personajes nombre propio.
Tal vez tampoco deberían llevarlo los míos; los de estas «Gaviotas» que sueñan que vuelan.
-«Mi hija no nacerá con alas y ni siquiera podrá soñar que vuela«- Dice Lola frente al acantilado, convertido en tabernáculo purificador…. Y habla con la hija que lleva en el vientre ¡Cuantas veces, sospecho, las madres hablaran en silencio con sus hijos nonatos!…
Doña Mariana, la matriarca del clan, fuerte, recta, integra, católica practicante y convencida, grita en su interior –¡Maldito sea el dios que consiente to ésto!- y sin necesidad de salir por la boca rompiéndole el pecho, la maldición se extiende por encima de las cabezas, obscureciendo el cielo y concitando la tormenta.
A veces percibo que los actores no me entienden… y sé que no dispongo de tiempo para conseguirlo.
las gaviotas ni siquiera saben que son capaces de volar |
–No tienes ningún derecho a quejarte– Me interrumpe Juana-
-¿Acaso no valoras que tú sí puedes soñar, que lo has hecho siempre y que hoy, después de tantos años, sigues haciéndolo?
-Pero si ellos no me entienden… ¿Qué puedo esperar del público? Los sueños a penas son nada si no se comparten.
-¡El pánico del estreno! Ellos se sentaran en la sala y se dejarán atrapar por ti, en ese juego aceptado por todos. Tu padre sí que se pasó la vida haciendo maravillosas esculturas que nunca le dejaron compartir ¿Como puedes ser tan injusto?
-Si; supongo que es la proximidad del estreno.
-Lo es. Deberías valorar más que eres un privilegiado.
-A veces lo pienso.
-No basta con pensarlo. Debes estar seguro y sentirlo así. Tu gente no está contigo ni por casualidad ni por lo que ganan. Tampoco los teatros se llenan por casualidad…
-¿Por qué entonces yo…
-Porque no serías un artista… y te habrías dedicado a otra cosa.
Juana me conoce como si me hubiera parido; son muchos años y mucha complicidad. A última hora siempre aparece el miedo. Charo Bergón siempre dice que Los días de estreno son el día mundial de «¿por qué no me habré hecho charcutero?»
-¿Es que no te cansas de hacer de mi Pepito Grillo, Juana?
– No; no me canso, cariño. Sería tanto como cansarme de vivir. No me quedó ninguna otra cosa cuando dejé los periódicos. ¿Por qué demonio seréis tan frágiles los artistas?
-No tengo derecho… ¡Lo sé!… Viéndote a ti, sentada en ese sillón, sin ni siquiera poder bajar…
Ella, ajena a mi inoportuno comentario, comienza a hilvanar un razonamiento revelador…
-¿No decía Brecht que el actor debía estar siempre en desacuerdo?
-¡Brecht, tienes razón! ¿Cómo puedes acordarte?
Mi cerebro se pone en marcha con premura ¡Es como si hubiera sonado una campana o un silbato marcando la salida! Si; hay elementos brechtianos en mi dirección sin que yo los haya identificado como tales.
Mañana, cuando una vez más coloque a todos los personajes al fondo del escenario en la escena del acantilado, mientras la niña nonata reclama su derecho a nacer, y una vez más perciba el malestar de los actores, podré decirles «Señores, no se mimeticen con su personaje. Todos juntos representan uno solo; el pueblo sobrecogido por los acontecimientos; la humanidad perpleja ante su propia identidad»
Espero que con esto entiendan otras muchas cosas; como los maniquíes estatuarios en medio del fragor de la batalla o la pasividad de la faraona mientras hace añicos su personaje maldiciendo a Dios…. Y espero, sobre todo que lo entienda el espectador que se siente en una butaca esperando que le fascinen, dispuesto a que le engañen y deseando poder soñar… ¡Como las gaviotas que sueñan su vuelo!
Madre Coraje se rompe. También las gaviotas pueden romperse un ala… pero no saben que se la han roto |
La polémica está servida. Discutimos, proponemos, argumentamos, nos rebatimos con pasión… Ustedes, los que acudís al Teatro con el mismo propósito con el que leéis un libro, vais a un museo, acudís a un concierto o intentáis escribir unos versos… vosotros tenéis la última palabra.
Espero vuestro veredicto y os pido disculpas por no poder mantener desde mi sillón de dirección el mismo distanciamiento que desde mi butaca de calque.